Las figuras retóricas que mencionamos en el podcast son las principales para entender los mecanismos detrás del lenguaje figurado. No hay que obsesionarse demasiado con los nombres, pues muchas la usamos de manera natural.
Paragoge
Consiste en añadir letras al final de una palabra, para darle un sentido arcaizante, para que los versos rimen mejor o para mantener un metro. En español, se suele añadir la ‘e’, llamada e paragógica o e epentética. Un ejemplo que me encanta es el discurso de Alfonso en el Cid:
«Oíd que vos digo, ifantes de Carrione:
esta lid en Toledo la fiziérades, – mas non quisieste vose.
Estos tres cavalleros – de mio Çid el Campeadore
yo los adux a salvo – a tierras de Carrione.
Aved vuestro derecho – tuerto no querades vose,
ca qui tuerto quisiera fazer, – mal gelo vedaré yove,
en todo myo reyno – non avrá buena sabore.»
Lo que hay detrás de la paragoge, es la imitación de un modo de hablar. Así pues, también nos encontramos, no sólo con la adición de letras, sino con su elisión; en español de México:
«\’ira nomás» en vez de «mira nada más»; «\’apá» y «\’amá» en vez de «papá» y «mamá»[Uso el apóstrofe para indicar la ‘m’ faltante]
También se pueden añadir letras al inicio de las palabras (a esto se le llama prótesis): «empréstame tu teléfono», «enfrena que vas muy rápido», «trató de amatarme», «estuvo redifícil».
Esta imitación del lenguaje popular o arcaico se puede hacer con efecto peyorativo o cómico. El mejor ejemplo, por digno y poderoso, lo logra Lope de Vega en su obra maestra Fuenteovejuna.
Anáfora
Consiste en empezar oraciones, versos o párrafos consecutivos con la misma palabra o frase. Es una figura de repetición y por lo tanto da énfasis. Sin embargo, la anáfora tiene la cualidad de avanzar el discurso hacia una conclusión. Un ejemplo contemporáneo muy famoso es el discurso de Martin Luther King, I have a dream.
Epífora
Es el contrario de la anáfora, y consiste en repetir una palabra o frase al final de oraciones, versos o párrafos consecutivos. Crea una armonía similar a la de la rima pero, al contrario de la anáfora, su efecto es alentar el progreso del discurso, quedarse en una sola idea y amplificarla. Es frecuente en litanías y otros discursos tristes. Dicho esto, su uso más frecuente de hecho es jocoso, y así es como funcionan los estribillos en muchas canciones.
Paronomasia
Se trata del juego de palabras que tienen una fonética similar. Funciona a través del equívoco y por lo tanto la paronomasia es muy frecuente en chistes y albures. También se usa mucho para enmascarar groserías, es decir, como eufemismo:
Voy a mi arbolito (Voy a mear)
¡Básculas! (¡Ya vas!)
La canción de Botellita de Jerez Oh Dennis no la hagas de Toks en Wings en un magnífico ejemplo de la paronomasia en acción.
Este fin de semana, escuché este magnífico diálogo paronomásico entre dos vendedoras en un mercado:
—¿Manzana roja o amarilla?
—A María llamas.
Hipérbaton
Consiste en cambiar el orden natural de las palabra dentro de una oración. Por ejemplo:
Estas que lees palabras mías.
Su utilidad consiste en que se puede mantener el ritmo en un verso, y además se puede mover al final una palabra más fácil de rimar. Sin embargo, el hipérbaton también tiene una carga semántica, pues imita un modo rebuscado y culto de hablar, así que también puede usarse con efecto humorístico.
El hipérbaton es muy frecuente en el Siglo de Oro; de Sor Juana:
Este que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido.
Si lo ordenamos: Este engaño colorido que ves ostentando los primores del arte, que, con falsos silogismos de colores, es engaño cauteloso del sentido.
Oxímoron
Es una figura lógica (o de pensamiento). Ocurre cuando algo se describe con su opuesto, o cuando próximas unas a otras tenemos palabras que son opuestas. Por ejemplo: «tanta luz me hizo ver oscuro».
Gracias al contraste entre los términos, el oxímoron puede tener un efecto humorístico o absurdo: «para ser tan tonto, es muy sabio».
La oposición de términos también sirve para retruecanear; de Milton: «hacer del cielo un infierno y del infierno un cielo».
Paradoja
Es cuando tenemos una construcción, que si no del todo oximorónica, resultaría en un absurdo si se toma de manera literal: «estás viendo y no ves».
Por ejemplo, de Santa Teresa de Jesús: «muero porque no muero». Aquí, el sentido es que muere de impaciencia porque no es llamada a la vida venidera. Sin embargo, la explicación del sentido no agota la riqueza de la paradoja; en este caso, el sentido poético es precisamente un estado paradójico, una experiencia que supera la capacidad de experiencia de la santa carmelita.
Las paradojas abundan en la literatura sagrada, en gran medida por lo abstracto del tema que tratan. De San Agustín sobre el tiempo: «si me preguntas no sé, si no me preguntas sí sé».
Retruécano
El retruécano se conforma de un cruce sintáctico (orden de las palabras), y consecuentemente se apoya en dos frases, en los que los términos de la figura intercambian su función:
Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.
Un retruécano bien construido es uno de los mayores ingenios, y por ello esta figura aparece en proverbios y parábolas en todas las tradiciones del mundo. Este de Lera Auerbach es de mis nuevos favoritos:
Notamos muy poco lo poco que notamos.
El retruécano tiene un uso pésimo, que es la sabiduría chocarrera que aparece en muchas películas y refritos. En estos casos, se busca la profundidad pero se termina por hacer un pastiche, especialmente de la filosofía oriental:
Para el guerrero sin paz interior, la paz es su guerra.
La sabiduría no pertenece al sabio, el sabio pertenece a la sabiduría.
Echando mano de la paronomasia, en México hay muchos albures que son retruécanos (todos aquellos que comienzan con «No es lo mismo…».).
No es lo mismo el Río Mississippi que me hice pipí en el río.
Sinécdoque
La sinécdoque ocurre cuando nos referimos al todo por las partes o a las partes por el todo. Tanto sinécdoque como metonimia son casos especiales de metáfora: la sustitución de un término por otro que tiene una relación específica:
- sinécdoque: relación de contingencia;
- metonimia: relación de contigüidad;
- metáfora: relación de semejanza.
Por ejemplo: «blandió el acero contra sus enemigos» donde acero se refiere a una espada.
Las generalizaciones que usamos con frecuencia en el lenguaje coloquial son sinécdoques también: «los franceses son muy apasionados» y su inverso, aunque con un sentido semejante: «el francés es muy apasionado».
Metonimia
Es otro caso especial de metáfora donde la relación es de contigüidad, como lo son las relaciones instrumentales, causales y referencias.
Por ejemplo: «la pluma de Cervantes» donde nos referimos al autor a través de su instrumento. «La corona cayó en manos del invasor» donde corona se refiere a una institución o a una persona.
La metonimia es muy frecuente en el lenguaje coloquial.
Hipálage
Es una forma de metáfora que consiste en atribuir a un ser inanimado cualidades intelectuales. Se diferencia de la personificación en que, aunque la descripción se atribuye al ser inanimado, se entiende que ésta pertenece al sentimiento del autor o de un personaje.
«La triste lluvia caía sobre la melancólica ciudad» no pretende decir que la lluvia o la ciudad experimentaban estas emociones; mejor dicho, la lluvia se asociaba con tristeza, la ciudad con melancolía, ambas experimentadas por el hablante.
En el ejemplo que usé en el podcast: «Las calles de París recitaban a Nerval» no se quiere decir que las calles enunciaban un poema, sino que inspiraban las emociones asociadas al famoso poeta decadente.
Símil o comparación
Es otra forma de metáfora pero que siempre opera de manera explícita, es decir, siempre aparece una palabra de comparación: como, parecido a, semejante a, tal cual, etc.
El símil funciona a través de la analogía y es muy útil para explicar un concepto abstracto sirviéndose de un ejemplo concreto:
Las figuras retóricas son en un discurso como el color en un pintura.
Aquí opera la analogía, o la semejanza. La diferencia más patente entre símil y metáfora es que aquél es explícito mientras que ésta es implícita; usando el ejemplo anterior:
- Símil: las figuras son como colores.
- Metáfora: los colores del discurso.
Metáfora
La metáfora es la reina de todas las figuras. Técnicamente, es una sustitución de términos por semejanza, para gastar un poco más el trillado ejemplo del podcast:
Tus cabellos de oro.
El oro está sustituyendo el color amarillo. Pero incluso en este ejemplo tan malo, vemos que las cualidades semánticas de la palabra oro se derraman en el sentido último: aprecio la belleza de tu cabello. Esta desviación del sentido es lo que le da a la metáfora su fuerza creativa, que tiene la capácidad de desestabilizar las categorías y crear nuevas acepciones para las palabras.
Paul Ricoeur considera que la metáfora se diferencia de todas las otras figuras puesto que opera a través de la predicación, y no sólo como sustitución. En este sentido, la metáfora tiene un pie en la retórica, y otro en la ontología (filosofía de la realidad).
La metáfora encierra la fuerza creativa del lenguaje.
Alegoría
Hay quien llama a la alegoría una metáfora continuada; es decir, si en un discurso vamos hilando metáforas a partir de una primera; siguiendo nuestro ejemplo anterior:
Tus cabellos de oro los guardo en un cofre que enterré en una isla desierta, una isla a la que sólo se llena navegando los violentos mares de mis celos.
Se continúa con la idea del cabello como oro, el cual se guarda en un cofre que hace referencia al corazón o la imaginación de quien habla. Al mismo tiempo lo guarda en una isla desierta que hace referencia a la idea de que sólo el amante aprecia la riqueza de los cabellos. Esta isla, además, ahora está protegida por los celos del hablante.
La alegoría tiene un problema, en mi opinión, y es que enfatiza la noción de correspondencia. Si continuáramos extendiendo nuestra metáfora, llegaría un punto en el cual ya no podemos desviarnos más —semánticamente hablando— o destruiríamos el sentido de la alegoría. Por este motivo, personajes que son alegóricos siempre resultan acartonados. Un escritor que siempre escribe en alegorías es Paulo Coelho. Sus personajes siempre tienen que corresponder con el sentido abstracto de la alegoría; por lo tanto, difícilmente pueden ser contradictorios, irracionales o trágicos. Pensemos en lo diferentes que son los personajes de, digamos, Dostoievsky, que tienen una profundidad espeluznante y, aunque representen ideas (como Iván Karamazov), nunca son ideas por correspondencia.
Conclusión
El uso de las figuras retóricas enriquece el habla y nos permite expresar ideas que no son cómodas o naturales al lenguaje técnico o establecido. Nuestro conocimiento incrementa en la medida en la que podemos articular una idea. La retórica es la herramienta que nos permite explorar las regiones más inaccesibles del pensamiento.
Por este motivo, no hay que confundir el mal uso de la retórica (adornar para confundir) con su uso genuino: abrirnos paso entre la espesura con la filosa herramienta del lenguaje.
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