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La ciencia del verso

Notas de ciencia del verso

Qué es la poesía

Pregunta nada sencilla. Es como preguntar qué es el lenguaje, qué es la realidad, qué es la existencia. Podríamos empezar por decir que poesía es lenguaje ordenado en versos. Es decir, lenguaje con ciertas características fonéticas.

Responder así es quedarnos cortos. Hay veces que hablamos en prosa, y sin embargo decimos cosas poéticas. La poesía, aunque usa al lenguaje hablado, parece superarlo.

Aceptemos la frase anterior por un momento. El origen de la poesía no debería buscarse en el lenguaje, sino en el pensamiento y en ese modo tan peculiar que tiene el ser humano de desenvolverse en el mundo. La explicación etimológica nos da una pista. Poesía viene del griego poiesis (ποίησις), traer a la existencia algo que no existía: creación.

La poesía trae al mundo humano algo que no existía, luz al vacío, música al silencio, significado al balbuceo… amor a la indiferencia.

En el podcast, hago la distinción entre invención y creación. Invención —del verbo latino invenio (encuentro)—, en nuestro lenguaje moderno, poco mantiene de su sentido latino. Para nosotros, inventar es crear algo según nuestro capricho. En el pasado, invención y creación iban de la mano: el artista iba encontrando su creación. En el sentido moderno, la invención se acopla a la idea de producción. Cuanto más ex vacuo (del vacío) mejor; el vacío de una persona aislada. Veneramos la originalidad y la novedad, no obstante somos muy derivativos. Por el contrario, la tradición venera la creación, aquello que se trae a la luz (Dixitque Deus: Fiat lux. Et facta est lux. Literalmente: Y Dios dijo: hágase la luz. Y hecha es la luz).

Crear en este sentido poético quiere decir ser partícipe de la creación. Así pues, la poesía no puede ir en contra de las leyes de la creación: se arraiga en ésta y trae algo nuevo a luz por el acto de la palabra.

Me permito esta sutil distinción puesto que trato de explicarme por qué detesto casi toda la poesía moderna —versos novedosos de invención—, y por el contrario amo la poesía de nuestra tradición, versos que perviven, de fuerza creadora.

Lo poético del lenguaje

La poesía se fundamenta en el impulso creador. Así pues, se puede ser poeta sin proferir una sola palabra. Sin embargo, al manifestarse, la poesía se asienta en el lenguaje.

Cuando el lenguaje está de ánimo creativo, echa mano de diversos giros de significado, pone a bailar a las categorías estables de nuestras palabras y de esta danza surge la creación. Conceptos nuevos, expresiones que condensan o que penetran en lo más hondo de la realidad, esto es el resultado de la poesía.

Las palabras bailan al ritmo de una música, y esa música es lo que nosotros escuchamos como poesía, en boca de una persona.

Se nos ha olvidado, en una época en que la poesía se lee y casi no se recita, que hablar es la principal forma que tenemos para comunicar —y manifestar— nuestro ser a los demás.

Así pues, la poesía vestida de lenguaje, baila al compás de tres pilares, de tres fenómenos musicales (prosódicos):

  1. Metro
  2. Ritmo
  3. Rima

El metro: llevando el compás

Cuando hablamos, los sonidos van saliendo de nuestra boca en periodos bien definidos. A cada uno de esos periodos se le conoce como sílaba. A diferencia de otros idiomas (en especial el Griego y el Latín), en español las sílabas tienden a durar más o menos lo mismo, independientemente del número de letras que tengan. Por ejemplo, en la oración «A mí me parece cruel» tanto la sílaba «A» como «cruel», duran más o menos lo mismo.

Por este motivo, el español enfatiza cuántas sílabas tiene un verso, pues esto le confiere regularidad a un poema. Pensemos en los compases de un vals:

| 1 2 3 | 1 2 3 | 1 2 3 |

El verso español se presta muy bien a metros entre 6 y 14 sílabas. Claramente hay versos más cortos o más largos, pero son menos frecuentes. Entro los versos predominantes en nuestra lengua encontramos el de 8 sílabas (octosílabo) que es el fundamento del romance, y el de 11 (endecasílabo) que es el fundamento de formas poéticas muy cultivadas como el soneto.

Los metros se nombran, según su número de sílabas, usando prefijos numerales griegos: bisílabos, trisílabos, tetrasílabos, pentasílabos, hexasílabos, heptasílabos, octosílabos, eneasílabos, decasílabos, endecasílabos…

En español, como casi todas las palabras son graves (es decír, que tienen su acento penúltima sílaba, como agua, mano, juego y un larguísimo etc.), nuestro oído espera terminar un verso en el patrón óo. Cuando esto no ocurre, naturalmente modificamos las palabras para acomodarnos al metro.

Este es un ejemplo de Gestrudis Gómez de Avellaneda:

Noche
triste
viste
ya
aire,
cielo,
suelo,
mar.

En los versos 4 y 8 (ya y mar), el verso termina en una palabra aguda (que tiene su acento en la última sílaba). Al recitar este poema, de forma natural dejamos un silencio que dura una sílaba.

Noche
triste
viste
ya [o]*
aire,
cielo,
suelo,
mar [o].

*A lo largo del texto, marcaremos las sílabas con «o».

Así pues, cuando un verso termina en palabra aguda, debemos sumar una sílaba de más para conocer su metro.

Cuando una palabra es esdrújula (que tiene su acento en la antepenúltima sílaba, como cándido, ánima) cierra un verso, ocurre que acortamos la duración de las últimas tres sílabas para que se adecúen más al metro. Así pues, ante un verso esdrújulo, debemos sustraer una sílaba si queremos conocer su metro.

Ritmo: el carácter de un verso

Los acentos en español distinguen a las sílabas entre sí. Así pues, tenemos sílabas acentuadas y otras no acentuadas. Según el patrón en que se presenten las sílabas acentuadas, surgen diversos ritmos, que le dan musicalidad a un poema.

Este poemita se los puse en el podcast:

Ámame, piérdeme, mátame.
Dame tus alas y déjame
ir hasta el sol y recuérdame,
antes que olvido consúmame.

Si traducimos las sílabas acentuadas como ó y las no acentuadas como o, tenemos que:

óoo óoo óoo
óoo óoo óoo
óoo óoo óoo
óoo óoo óoo

Surgen patrones regulares de acentuación (en este caso «óoo»), y a cada uno de estos patrones se le conoce como pie de verso.

Hay idiomas, como el griego, el latín y el inglés, que se prestan muchísimo a diversos pies de verso. Aquí unos ejemplos

  • óo óo… se llama troqueo (o verso trocaico)
  • oó oó… se llama yambo (o verso yámbico)
  • oo oo… se llama pirriquio
  • óoo óoo… se llama dactílo (o verso dactílico)
  • oóo oóo… se llama anfíbraco (o verso anfibráquico)
  • ooó ooó… se llama anapesto (o verso anapéstico)
  • óó óó… se llama espondeo (o verso espondaico)
  • óooo, oóoo, ooóo, o oooó… se llama epítrito

En español, la cosa es un poco más sencilla. Debido a las cualidades fonéticas de nuestro idioma, siempre contamos a partir de la primera sílaba acentuada. Así pues, un verso anapéstico como:

ooó ooó ooó o
(Mexicanos al grito de guerra)

Se convierte en:

oo óoo óoo óo; que es dactílico.

A las sílabas que quedan antes de la primera acentuada, se les conoce como anacrusa. La anacrusa se usa también en música. Por ejemplo, la primera nota del primer movimiento de la primavera de Vivaldi, o las dos primeras notas del Himno Nacional Mexicano.

El ritmo le da a los versos un carácter muy particular, independientemente de su metro. Por este motivo, el ritmo afecta mucho más la musicalidad de un poema que su metro. Veamos algunos ejemplos interesantes:

Octosílabos rítmicos

El octosílabo trocaico es, según Navarro Tomás, una forma preferida por la poesía lírica. Su ritmo es:

óo óo óo óo

Virgen madre, casta esposa,
sóla tú la venturosa,
la escogida sóla fuiste
que en tu seno recibiste
el tesoro celestial.
[Los padres del Limbo de Fernández de Moratín]

El octosílabo dactílico es mucho más enfático:

óoo óoo óo

Es un estrecho camino
do entre la arena menuda
brota a pedazos un césped
que el caminar dificulta,
y por entrambos sus lindes
mecen sus ásperas puntas
zarzas que guardan con ellas
frutos que nunca maduran.

[Príncipe y rey de Zorrilla]

Endecasílabos rítmicos

El endecasílabo enfático, al igual que el octosílabo dactílico, crea énfasis a través de un pie dactílico, que sin embargo se resuelve en un ritmo trocaico con acentos secundarios. El patrón rítmico es:

óoo oo óo oo óo

Eres la primavera verdadera:
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.

[Fragmento de Sonetos espirituales de Juan Ramón Jiménez]

Una de las maravillas de los versos de arte mayor (de nueve sílabas en adelante) es que son frecuentes los acentos secundarios. Así pues, en estos endecasílabos, no tenemos un rebuscamiento como: dáctilo + pirriquio + troqueo + pirriquio + troqueo. Más bien, tenemos un dáctilo seguido de cuatro troqueos, aunque éstos sólo están sugeridos.

El endecasílabo heroico es prácticamente idéntico al enfático, con la diferencia de que retrasa el primer acento tónico a la segunda sílaba:

o óo oo óo oo óo

El heroico tiene alma de trocaico y es el equivalente en español del famosísimo verso heroico inglés o pentámetro yámbico. Además, el endecasílabo heroico, tiene sus tres acentos principales separados por tres sílabas cada uno, lo cual le da un ritmo sumamente regular. El ejemplo que nos otorga Navarro Romás es Coeli enarrant de fray Luis de León:

Los cielos dan pregones de tu gloria,
anuncia el estrellado tus proezas,
los días te componen larga historia,
las noches manifiestan tus grandezas.

El endecasílabo heroico es sumamente útil para pasajes narrativos y su regularidad tiene utilidad mnemotécnica.

Si recorremos una sílaba más la primera acentuada de un heroico, obtenemos un endecasílabo melódico. Este verso crea una ambigüedad, pues la primera sílaba acentuada parece quedar aislada entre un mar de sílabas débiles. En mi español mexicano, se sugiere un pie anfíbraco. Puesto que carece de la naturaleza enfática y de la regularidad de los anteriores, se presta mucho a poemas polirrítmicos (es decir, donde aparecen versos con ritmos diferentes). Su patrón rítmico es:

oo ó oo óo oo óo (versión de Navarro Tomás)
oo óoo óo oo óo (agrupación enfática)
oo óo oóo oo óo (agrupación rítmica natural a mi español vernáculo)

Y en reposo silente sobre el ara,
con su pico de púrpura encendida,
tenue lámpara finge de Carrara
sobre vivos colores sostenida.

[Las cigüeñas blancas de Guillermo Valencia]

El más hermoso de los endecasílabos rítmicos, si bien el más difícil de lograr con éxito, es el endecasílabo sáfico. Su patrón rítmico es:

ooo ó o oo óo óo (versión de Navarro Tomás)
ooo óo oo óo óo (agrupación rítmica antural a mi español vernáculo)

Dulce vecino de la verde selva,
huésped eterno del abril florido,
vital aliento de la madre Venus…

[Al Céfiro de Esteban Manuel de Villegas]

Sin lugar a duda, para un sáfico bien logrado, los acentos fundamentales son el de la cuarta sílaba y el de la octava, ya que son los que fuerzan los espacios no acentuados. Así pues, tenemos: Dulce vecino de la verde selva (ooo óo oo óo óo), y no Dulce vecino de la verde selva (óoo óo oo óo óo), que sería esencialmente un enfático bastante chueco.

Una variante del sáfico es el endecasílabo a la francesa que ocurre cuando el acento en la octava sílaba se debilita y se favorece al de la sexta (ooo óo óo oo óo).

El endecasílabo dactílico es sumamente regular, sin embargo, no es tan frecuente como las variantes anteriores:

óoo óoo óoo óo

A mí, me suena casi como un redoble de tambor, tiene algo de lo marcial, en un metro (endecasílabo) que se presta más a lo lírico. Navarro Tomás nos regala un magnífico ejemplo:

Libre la frente que el casco rehusa,
casi desnuda en la gloria del día,
alza su tirso de rosas la musa
bajo el gran sol de la eterna Harmonía.

[Pórtico de Rubén Darío]

Con todos los versos de arte mayor, suele ocurrir que metros menores, si se juntan, nos otorgan un verso más largo. Por ejemplo, un hexasílabo sumado a un pentasílabo, nos da un endecasílabo galaico antiguo. Las sílabas más importantes son la quinta y la décima, es decir, las que marcarían el último acento en versos independientes; de Rubén Darío:

(Cosas misteriosas [hexasílabo]) + (trágicas, raras [pentasílabo])

Cosas misteriosas, trágicas, raras
de cuentos oscuros de los antaños,
de amores terribles, crímenes, daños,
como entre vapores de solfataras.

Cuando hacemos versos compuestos al unir versos menores, surgen muchas posibilidades poéticas: ritmos parciales, rimas internas y muchas otras cualidades sutiles. Cuando los versos internos tienen el mismo número de sílabas, se llaman hemistiquios. El más famoso de los versos compuestos es el verso alejandrino compuesto de dos heptasílabos (para un total de catorce sílabas). Un ejemplo famosísimo de Rubén Darío:

La princesa está triste. ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro.

El patrón rítmico es:

oo óoo óo : oo óoo óo [dos heptasílabos dactílicos]

Analicemos más de cerca el cuarto verso «La princesa está pálida en su silla de oro». Si no tuviéramos conocimiento de metro y ritmo (o un oído exquisito), podríamos pensar en la siguiente división silábica:

La-prin-cé-saes-tá-pá-li-daen-su-sí-lla-deó-ro [marco las sinalefas y acentúo las sílabas tónicas]

No sólo tendríamos un conteo erróneo (trece sílabas), sino que acabaríamos con un ritmo contrahecho: oo óo óó ooo óo óo. Descubramos cómo se esconde el alejandrino aquí:

La-prin-cé-saes-ta-pá-li-da : en-su-sí-lla-de-óro
La princésa esta pálida : en su sílla de öro*

*simplificación de la notación; la crema ‘¨’ se usa para marcar un hiato, es decir, una sinalefa que no debe ocurrir; marco en negritas las sinalefas.

Tres cosas curiosas ocurren aquí, la primera es que en «está pálida», el acento esdrújulo domina por completo al acento grave de «está», tanto que desaparece. En segundo lugar, «pálida», al ser esdrújula, implica que se le resta una sílaba al hemistiquio. La pausa entre heptasílabos (marcada por ‘:’ y llamada cesura) también rompe la sinalefa entre «pálida» y «en». Así pues, usando nuestra notación, el verso tendría el ritmo:

oo óoo óo : oo óoo óo

Cabe mencionar que estos fenómenos de dicción no son tan arbitrarios como parece, sino que emergen de una lectura rítmica y mesurada del poema. Claro que los modernistas gozaban de incorporar todo este artificio en sus versos.

Rima: armonizando un poema

La rima ocurre cuando dos palabras al final del verso armonizan entre sí. Siguiendo con nuestra analogía musical, podemos ver cómo los tres pilares de la musicalidad de la poesía interactúan entre sí:

  • El metro equivale al compás
  • El ritmo equivale al ritmo
  • La rima equivale a la armonía

La rima se fundamenta en la terminación de las palabras, y en español contamos siempre a partír de la última vocal acentuada. Marco la terminación de estos ejemplos en negritas: guía, espiritual, excelente, pasión. Existen dos tipos de rima principales:

  • Rima asonante
  • Rima consonante

Rima asonante

Es cuando coinciden las vocales de la terminación, pero no las consonantes: arte, padre, alarde; o torpe, golpe, mole.

La rima asonante es muy frecuente canciones populares. No hay mejor ejemplo en nuestra lengua que el romance, que asonanta los versos pares; de Lope de Vega:

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé que tiene la aldea
donde vivo y donde muero
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos.
Ni estoy bien ni mal conmigo,
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Rima consonante

Ocurre cuando todos los sonidos de la terminación son iguales. Esto introduce cierto regionalismo a nuestra poesía, pues algunas palabras que riman en Latinoamérica no lo harán en España.

La rima consonante es característica de la más alta poesía en nuestra lengua, sin embargo, vale recordar que la rima no era particularmente apreciada por los poetas clásicos en lengua latina. El amor por la rima tiene un origen popular y medieval.

Tratándose de rima consonante, en español se aprecian mucho las rimas raras, como muerte/suerte, mientras que las rimas comunes se ven con un poco de desdén (rimar/cantar). Aquí les dejo una rima jotabé de mi autoría:

Fronda de vida, reverdece el higo,
fruto fértil cual espiga de trigo.

Hambre de dos, comunión de aventuras,
busca en la higuera las frutas maduras.
Va a los confines y burla angosturas,
firme se acompaña en las desventuras.

Fuerte loriga que contra los daños
me escudas en este campo de engaños.

En un mundo caído sin ti, amigo,
no puedo encaminarme a las alturas,
sembrar en tierras fértiles mis años.

Conclusión

Los elementos formales de la poesía deben servir a la expresión. Una actitud en exceso formalista crea poemas fríos, demasiado técnicos o rebuscados. Por el contrario, una actitud de desdén hacia la poesía formal, muy habitual entre los contemporáneos, resulta en versos demasiado conceptuales que siempre están luchando por encontrar algo de musicalidad. En el peor de los casos, son versos hechos para leerse en silencio.

Concluyendo con la analogía entre poesía y música, una actitud demasiado formal nos daría canciones predecibles, o sinfonías que nunca sorprenden y por lo tanto no nos con-mueven. Por el contrario, el rechazo de las formas y las herramientas del arte, resultaría en música ruidosa o abstracta, que nos niega un punto de entrada.

La mejor poesía es la que reta las reglas con conocimiento de causa. Creo que Octavio Paz lo dijo mejor en Las trampas de la fe:

Debido al escaso intrés que han mostrado los poetas jóvenes por las formas tradicionales y por la prosodia y la métrica —desdicahda secuela de la poética vanguardista— apenas si se escriben hoy romances, villancicos o cosantes. Es grave: la poesía, arte verbal, es palabra rítmica que se dice y se oye. Un poeta sordo es un corredor cojo.

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